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d e m o k r u s t y

El idílico "altermundo" de la antiglobalización

Jaime era un ferviente detractor de la globalización económica, y estaba lleno de buenas intenciones. Quería erradicar la pobreza en África, era un consumidor responsable e intentaba comprar productos del llamado "comercio justo" siempre que tenía ocasión. Iba a cuantas manifestaciones antiglobalización podía, en pro de sus buenas intenciones.

Lo que Jaime no sabía era que las buenas intenciones no lo son todo.

Una tarde, después de una manifestación contra la globalización, Jaime volvió a casa, cenó y miró un rato la televisión. Al cabo de un rato se fue a dormir. Y esa noche soñó: soñó con su mundo idílico.

En el sueño, él se despertaba en un mundo con fuertes controles en el movimiento de capitales y mercancías. McDonalds era una multinacional que sólo operaba en Estados Unidos y Europa, y los índices de comercio internacional eran muy bajos, puesto que éste tipo de comercio estaba dantescamente gravado.

Jaime encendía la televisión y veía la MTV; cambiaba de canal para ver si decían algo del tercer mundo pero en ningún canal aparecía nada. Finalmente vio uno donde daban las noticias. Tenía ganas de comprobar cómo era el tercer mundo sin ninguna influencia globalizadora.

La primera noticia que vio era un pueblo del sur de África donde se informaba de la terrible pobreza que asolaba el país entero. Salía una entrevista a un productor agrícola local, y le preguntaban:

- ¿Por qué no intentan ustedes, los productores, dar trabajo a esta gente?

- ¿Dar trabajo a toda esta gente? ¿Con la bajísima producción que tenemos? Ahora mismo tengo empleados a veinte trabajadores, y me temo que tendré que despedir a cinco el año que viene porque empieza a preocuparme el excedente que, evidentemente, no puedo vender.

- ¿No puede venderlo?

- No. Aquí la gente no tiene dinero para absorber tanta producción. No me queda más remedio que ir al mercado internacional, donde me lo arrebatarían de las manos (me consta que tienen un mercado agrícola muy poco competitivo), pero me pedían unas cuotas impensables. Los malditos aranceles.

- ¿Entonces, en qué pueden trabajar los ciudadanos de aquí?

- En casi ningún sitio, pues no hay nada que producir. El excedente aquí es una maldición. Por mucho que nos especialicemos y por muy competitivos que nos hagamos, nunca podremos vender a Europa y EEUU, los clientes que más necesitamos.

- ¿Es cierto que siete de sus trabajadores son menores de diez años?

- Sí. Pero me temo que tendré que despedirlos en breve. Una ONG presionó al gobierno para que sancionara duramente el trabajo infantil y lo cierto es que no quiero enfrentarme a una multa. Como tengo que despedir algunos trabajadores, ellos serán los primeros.

 ¿Así podrán ir a la escuela?

- ¿Qué escuela? Sus padres dejarán de recibir el salario del hijo. No creo que puedan permitirse que vayan a la escuela.
Jaime apagó el televisor. Estaba horrorizado. El sueño se estaba convirtiendo en una pesadilla.

Y despertó.

Lo primero que hizo fue conectarse a Internet, y al recibir el correo, vio un mensaje con el siguiente asunto:


"FW: Firma una petición para abolir las subvenciones agrícolas! Por una globalización completa"

No tardó más de un minuto en apuntarse.

3 comentarios

Raven -

Es posible que los aranceles sean perjudiciales para el desarrollo del sector agrícola, pero al final del artículo metes en el mismo saco las subvenciones sin argumentarlo ni justificarlo.

Clara -

Además no te recomiendo que adoptes posiciones blancas o negras que son muy fáciles de contestar.

clara -

Tramposo. Busca en la wikipedia falacia ad consecuentiam o argumentum ad consecuentiam.